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Academia Colombiana de la Lengua nombró a un santandereano como miembro honorífico

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Resumen

Antonio Cacua Prada, conocido académico y experto en el idioma español, ha sido nombrado miembro honorífico de la Junta Directiva de la Academia Colombiana de la Lengua. El reconocimiento celebra su destacada contribución y profundo conocimiento de la lengua castellana.

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“Para la Academia Colombiana de la Lengua, resulta muy placentero rendir un tributo de reconocimiento a uno de los miembros más veteranos, que le ha dedicado intensas y dilatadas jornadas a consolidar nuestro objetivo institucional en torno a los requerimientos de nuestra lengua castellana”.

El autor de la frase es nada más y nada menos que el Director de la Academia Colombiana de la Lengua, Eduardo Durán Gómez, y la misma tuvo como destinatario a uno de los santandereanos que es considerado hoy en el país como uno de los colombianos que mayor profundidad y conocimiento tiene de la lengua castellana.

Hablamos de Antonio Cacua Prada, oriundo del municipio de San Andrés (Santander), quien en razón a ese singular y muy escaso hoy en día rasgo de sabiduría sobre el idioma español, recibió uno de los más altos reconocimientos que puede otorgársele a un colombiano que se haya destacado por ser un excelso conocedor del castellano.

Se trata de su nombramiento como miembro honorífico de la Junta Directiva de la Academia Colombiana de la Lengua, fundada el 10 de mayo de 1871, la primera en el Nuevo Mundo, agremiación colombiana que ocupa renglón de rigor en la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE).

El reconocimiento para Cacua Prada se registró en noche del pasado jueves en la capital del país, donde lo más selecto en temas del idioma se dio cita para homenajear a quien hoy es categorizado como uno de los colombianos más dominantes para el mundo de las letras, Don Antonio Cacua Prada.

“Por estos salones palaciegos, en donde habita la cultura del lenguaje, en donde se honran las más altas expresiones de la literatura, de la poesía, de la dramaturgia, del saber, del hablar y del escribir, hemos contemplado la figura de Antonio Cacua Prada discurriendo por todos los rincones, llevando y trayendo libros, acercándose a los grandes pensadores y buscando luces para iluminar sus inquietudes intelectuales, que le permitan alimentar sus ideas, argumentar sus propuestas y proyectar su conocimiento asociado a los grandes pensadores”, indicó Eduardo Durán Gómez, director encargado de la Academia de la Lengua, quien no escatima en palabras para referirse a quien ha consagrado toda su vida a escudriñar sabiduría en el fervor de un libro abierto.

“Su figura pausada y mediante; su vestir riguroso, severo y pesado; su mirar reservado; su sonrisa dispuesta solo para la ocasión que lo amerita, lo hacen contemplar como una figura solemne en la búsqueda de lo trascendental y en el camino de lo esencial e influyente.

Cacua Prada es el único hijo en el hogar de dos educadores santandereanos consagrados y sobresalientes, fue criado en un ambiente en donde todo giraba en torno a la educación, al conocimiento, a la proyección del pensamiento y al rigor de la conducta humana.

“Por esta razón sus pasos fueron guiados con la afortunada dedicación paternal y maternal, y por lo tanto su trasegar por la vida ha sido afortunado y siempre puesto en el norte de objeticos fundamentales. Antonio es una persona que ha hecho demasiadas cosas en la vida: jurista, periodista, diplomático, gobernante, parlamentario, historiador y escritor. Su virtud se funda en la dedicación y la responsabilidad para asumir los compromisos. Disciplina es el término para calificar su actuación en la vida. Todo lo anota con precisión y en una caligrafía en donde las letras no son simplemente puestas, sino que parecen artísticamente dibujadas, configurando una bella forma caligráfica que plasma lo que quiere retener o consignar”, expresó Eduardo Durán Gómez para describir a quien desde este jueves es uno más en la junta directiva de una de las más respetadas asociaciones mundiales de la lengua española.

Para el director de la Academia, en el momento de abordar sus escritos, tiene tal cantidad de fuentes, que al final, cuando el trabajo pareciera estar concluido, se ve en la obligación de abordar una paciente labor para recortar textos, de tal manera que su contenido final no vaya a fatigar a los futuros lectores. Amante de la poesía, por su mente deambulan los más elocuentes versos que los poetas hayan producido y encuentra siempre el apropiado para sazonar sus escritos y rematarlos en la métrica de unas rimas conmovedoras, reflexivas y sugerentes.

“Si a mí me preguntaran por un modelo de disciplina para el crecimiento personal, no vacilaría en recomendar el que Antonio se ha propuesto desarrollar para su propia vida, al que le imprime una dedicación sin pausa y una constancia en donde la ruta siempre está identificada y las acciones diseñadas para encontrar una meta claramente definida y anhelada. No es casualidad que nos haya entregado ya casi 200 libros en donde ha podido abordar diversos géneros: el literario, el periodístico, el poético, el lingüístico, y aquél motivador y formador de la instrucción, que supo desarrollar en su calidad de maestro de distintas universidades y cuando ejerciera, lleno merecimientos, la rectoría del Instituto de Historia de Colombia, en donde enriqueció esa ciencia, hoy expósita de manera lamentable y punitiva de los programas de la enseñanza oficial”, expresó Duran Gómez para exaltar el encomiable compromiso que día a día le dedica Cacua Prada a cultivar su mente en medio de las letras.

Un acucioso revisor histórico

Precisamente el último de sus libros que nos ha traído, acopia una investigación de varios años sobre lo que fue la vida y obra de don Manuel Torres, un protegido que trajo a estas tierras de ultramar el arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora para que le organizara su biblioteca, y que terminó siento un talento de la más alta significación, que asistido por el conocimiento de los libros que sabía devorar con tanta avidez, pronto estaba en capacidad de intervenir en los más delicados asuntos, no solo del gobierno, sino también de los negocios y de las más atrayentes y sugestivas actividades.

Cacua Prada cuenta en esta obra que don Manuel Torres terminó radicado en la Costa Atlántica dedicado a la explotación de una amplia extensión de tierra, pero por un infortunio de su vida tuvo que salir del país y radicarse en Filadelfia, en donde pronto llegó a tener una connotación social y política del más alto nivel, aprovechando no solo sus abundantes conocimientos, sino también el dominio de los idiomas. Se convirtió en un personaje de amplia significación y nombradía, que pudo hablar al oído de los más influyentes políticos de los Estados Unidos, y aprovechó esa oportunidad, no solo para lograr el reconocimiento de Colombia, sino para que el país del norte .., aceptara formalizar las relaciones diplomáticas con la naciente república de Colombia, acreditándose a su vez como el primer embajador de nuestra nación.

Duran Gómez la describe como una historia fascinante, llena de las más interesantes actuaciones del personaje, en donde la realidad parece sustraída de la ficción narrativa de los grandes literatos, haciendo de la obra no solo un valioso testimonio de un episodio histórico de gran significación, sino un tesoro narrativo digno de una gran pieza literaria.

“Eso lo logra Antonio Cacua, por todo lo que ha significado su talento y su tradición de escritor afortunado. Esta institución continuará registrando los sucesos de su producción académica, porque esa ha sido su vida, un impulso constante que le activa una gran actividad a su intelecto, acompañada de luminosidad radiante, y que lo coloca siempre en el plano de la acción, del emprendimiento y de la conquista. Cuando se recibe una llamada de Antonio, apenas al amanecer, y comienza a esbozar una catarata de ideas, uno se imagina que su noche no ha tenido paz, o que su sueño ha estado asistido por todo el engranaje de sus ideas; lo cierto es que despierta concluyente y su motor cerebral simplemente continúa, porque él no le ha dado pausa y la palabra esperar, sencillamente no la han asimilado, ni su léxico, ni su mente”, añadió el directivo de la academia, quien destacó que el homenaje a Cacua reafirma el compromiso de la organización que representa.

“Este homenaje que hoy le rinde la Academia Colombiana de la Lengua, a su vida y obra, es el testimonio vivo a ese sendero intelectual que nos ha sabido trazar, que continúa vivo en su actuar y que espera todavía las más ricas esencias de su trasegar.

Las insignias que hoy recibe Antonio, como exaltación a la máxima categoría dispuesta para los miembros de esta venerable institución, no son más que el testimonio en vida a una obra meritoria y admirable, que contribuye con creces a consolidar nuestra misión y a plasmar el numen fecundo de nuestra existencia”, puntualizó Durán.

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