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Crisis fiscal a la vista y nadie al mando

Resumen

Moody's advierte sobre el deterioro de las finanzas públicas en Colombia, con el riesgo de una rebaja en su calificación crediticia. Sin acciones concretas, el país podría enfrentar mayores tasas de interés, menor inversión extranjera y más presiones económicas.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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Crisis fiscal a la vista y nadie al mando

Por: Jairo Rueda Otálvaro

Colombia está entrando en terreno riesgoso. La agencia calificadora Moody’s Investors Service ha emitido una advertencia contundente sobre el deterioro de las finanzas públicas del país, señalando que la calificación crediticia podría degradarse si no se toman medidas concretas y sostenidas. No se trata de un dato menor: es una señal de alerta directa desde los mercados internacionales que, en un entorno de alta competencia global por capital, no suele repetirse dos veces.

Moody’s, junto con Standard & Poor’s y Fitch Ratings, es una de las instituciones que los inversionistas escuchan con atención. Sus informes determinan la percepción de riesgo de los países y, con ello, los costos de financiamiento externo. Actualmente, Colombia conserva el grado de inversión, pero se encuentra en la cuerda floja. La nota Baa2 con perspectiva negativa indica que la confianza está seriamente debilitada. Si la calificación baja, el país enfrentará mayores tasas de interés para acceder a créditos, una menor entrada de inversión extranjera y más presiones sobre el dólar y la deuda.

Todo esto ocurre en un momento en el que la inflación se desacelera, pero no al ritmo necesario. El Banco de la República ha sido claro: la meta inflacionaria para 2025 no se cumplirá. Las presiones estructurales persisten, alimentadas por un gasto público desbordado, un entorno laboral inflexible y expectativas desancladas. El país enfrenta una economía estancada, con baja productividad y sin una estrategia clara de recuperación. El crecimiento proyectado del 2,5 % es insuficiente para reducir el déficit fiscal ni para generar empleo de calidad.

La advertencia de la calificadora se basa en razones objetivas. Primero, el déficit estructural permanece elevado, y las cuentas públicas no muestran señales de ajuste. Segundo, la deuda pública sigue creciendo, ya por encima del 60 % del PIB. Tercero, hay una evidente falta de credibilidad en el manejo económico. El Marco Fiscal de Mediano Plazo, que será presentado próximamente, deberá contener no solo proyecciones optimistas, sino rutas claras de consolidación fiscal. De lo contrario, la previsión de Moody’s se transformará en castigo.

El gran ausente en todo este escenario es el liderazgo económico del Gobierno. Mientras la deuda se acumula, la seguridad se deteriora y la inversión privada se enfría, el Ejecutivo parece enfocado en batallas políticas, reformas mal estructuradas y discursos ideológicos. Las señales que se envían son de desorden, improvisación y desconexión con la realidad global.

La falta de atención a la seguridad y el orden territorial tampoco ayuda. Zonas enteras del país sufren el control de estructuras armadas, bloqueos viales y extorsiones que encarecen la logística, limitan la producción y dañan la imagen internacional. La economía no se desarrolla en el vacío: requiere confianza, garantías, reglas estables y protección a la inversión. Hoy, ninguna de esas condiciones está plenamente asegurada.

Más allá de la advertencia técnica de una calificadora, lo que se vive es una pérdida de dirección política y estratégica. Las decisiones se postergan, los anuncios no se cumplen y el país opera en un modo reactivo, esperando que los problemas se resuelvan solos o que los mercados “se tranquilicen”. Esa visión ingenua ha sido costosa para otros países latinoamericanos y puede serlo también para Colombia.

La oportunidad para corregir el rumbo existe, pero se agota. El país necesita una política fiscal responsable, metas claras, controles efectivos al gasto y una narrativa de confianza, no de confrontación. También necesita recuperar el control territorial y demostrar que la ley y el orden no están en manos de actores ilegales. Los mercados no exigen perfección, pero sí señales serias de conducción.

Lo más grave no es el informe de la empresa calificadora de riesgo. Es la indiferencia institucional con la que se recibe. La economía colombiana no aguanta otro año de vacilaciones. No hay espacio para más excusas. Hay crisis fiscal a la vista, y parece que nadie está al mando.

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